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24 de abril de 2014

Encuentran en Santander los huesos de un toro salvaje extinguido

Los restos óseos pueden pertenecer a un Uro, según las primeras estimaciones de la Consejería de Cultura, un animal que habitó en la península hace más de 45.000 años y se extinguió en el siglo XVII, y del que ya se han encontrado vestigios y pinturas en otros yacimientos de la región
Las obras en las que han aparecido los restos óseos, en el barrio santanderino de La Albericia.  Foto: SANE
Los fósiles ya han sido trasladados a un laboratorio, donde un arqueólogo del Gobierno regional determinará su valor y antigüedad. El mismo protocolo seguido en otros casos recientes, como cuando apareció un muro del siglo XIX en la excavación del túnel del Centro Botín. Aunque en aquella ocasión, las piedras fueron examinadas en el mismo lugar del hallazgo.

No es la primera vez que se encuentran restos en Santander de este animal, que podía llegar a pesar más de mil kilos y medir cerca de dos metros. En esa misma zona se desenterraron varios huesos durante la construcción de la S-20. «Es bastante habitual», señalaron tanto desde Cultura como desde Ascán, que no ha necesitado detener las obras a pesar del descubrimiento. El historiador José Luis Casado Soto lo reafirmó: «En esa vaguada es muy fácil encontrar restos de animales».

EL BISABUELO DE LAS VACAS
Todas las razas de bueyes, vacas y toros actuales descienden del Uro, que se extendió por el Norte de África y Europa desde Asia, donde vivieron los primeros ejemplares. Los restos más antiguos descubiertos en España, de hace 45.000 años, se descubrieron en Segovia. Su color era oscuro y sin manchas, aunque tenían una característica banda de color más clara sobre el lomo, según los investigadores. Los cuernos de los machos eran curvados y medían más de 70 centímetros, mientras que en las hembras su tamaño era diminuto.

La caza indiscriminada y la desaparición de los grandes bosques europeos provocaron su extinción. Una desaparición que comenzó en la época del imperio romano, cuando el uro salvaje ya había dejado de pastar en algunas zonas del norte de África, las costas del Mediterráneo, Mesopotamia y la India. Los últimos cinco ejemplares sobrevivieron hasta el año 1627 en unos bosques propiedad del rey de Polonia, donde fueron cazados hasta la extinción.


Los huesos hallados en La Albericia no serán los únicos de Uro que se expondrán en el Museo de Prehistoria. Este mismo año, el Gobierno cántabro prestó al Centro de Investigación de Altamira cerca de noventa piezas arqueológicas halladas en diversas cuevas de la región, valoradas en cerca de un millón de euros. La más valiosa de la colección fue un hueso perforado y decorado con una figura de un uro procedente de la cueva de La Garma y tasado en cerca de 300.000 euros.

EN LA EDAD DE PIEDRA
Además de restos fósiles, en Cantabria existen representaciones artísticas de la prehistoria sobre este animal. En la cueva de Hornos de la Peña, en San Felices de Buelna, aparece representado en el mosaico de 35 pinturas junto a caballos, cabras y bisontes. Aunque su representación más fiel se encuentra en Francia, en el yacimiento de Lascaux.

En los últimos años han existido varios intentos por recuperar la población de uros a través de cruces genéticos de bóvidos. Estos experimentos han tenido éxito en Holanda, sobre todo, desde donde se exportan al resto de Europa. Domesticados y sin tener las mismas proporciones que los uros originales, en España se pueden ver en la reserva creada en la sierra de Atapuerca.