google.com, pub-4869754641634191, DIRECT, f08c47fec0942fa0 La Bitácora de Jenri: Vernon
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21 de julio de 2015

Hallan los restos de un buque hundido por Blas de Lezo en la resistencia de Cartagena de Indias (Colombia)

El pecio es parte de los cuatro navíos que el "Mediohombre" hundió en el canal de Manzanillo durante el asedio a la ciudad por parte de la armada británica en 1741.
La heroica defensa de Cartagena de Indias frente a la poderosa armada británica de Vernon.
Arqueólogos colombianos descubrieron los restos del que podría ser un buque mercante del siglo XVIII hundido por el marino español Blas de Lezo en 1741 para intentar bloquear el acceso de los ingleses durante el sitio a Cartagena de Indias, según explicaron este domingo los investigadores.

El descubrimiento consiste en un cañón y varios trozos de madera que forman parte de "un patrón que permitiría deducir que todas las maderas y las estructuras pertenecen a un solo barco", explicó el profesor de Arqueología de la Universidad Externado de Colombia y director de la Fundación Terra Firme, Carlos del Cairo H. El pecio, al parecer es parte de los cuatro navíos que el Mediohombre, como se le llamaba a Blas de Lezo por las numerosas heridas sufridas en batalla, hundió en el canal de Manzanillo durante el asedio a la ciudad por parte de los corsarios ingleses comandados por el almirante Edward Vernon.

PARA HACER ENCALLAR LOS BARCOS INGLESES
El almirante Blas de Lezo, dentro de su estrategia de defensa de la ciudad, hundió al menos seis buques de guerra más en los canales de Bocachica y lo que hoy se conoce como Castillo Grande para que los agresores encallaran sus naves en su intento de tomar la ciudad. "El cañón que encontramos está clavado, es decir inutilizado; estudiando las características del cañón pareciera que hubiera sido inutilizado, por lo que nuestra hipótesis es que podría haber sido parte del lastre del barco", indicó Del Cairo.


Pese a que el cañón no se pudo intervenir pues en Colombia no se cuenta con la infraestructura adecuada para hacerlo, Del Cairo dijo que "es de hierro y estamos apenas en la caracterización tipológica que nos permite pensar que es de origen español". "Creemos que es un cañón de seis libras, es decir que permitía disparar balas de hasta seis libras", agregó. 


CUARENTA DÍAS DE EXCAVACIÓN SUBMARINA
Del Cairo dijo que el pecio presenta alteraciones porque en las labores de dragado que se realizaban antiguamente para profundizar el canal nunca se presentó "un plan de manejo arqueológico que por ley (hoy) deben hacer las empresas que van hacer una intervención ya sea en agua o de tierra que implique remoción de tierras". "Este es un sitio que como fue removido está alterado, es decir está desencajado, desmembrado y tenemos muy pocas piezas, que están dispersas", subrayó. 

En la excavación submarina, que duró 40 días, participaron además de los arqueólogos colombianos, profesionales de Argentina, Uruguay y Chile, así como un arquitecto de México, un arquitecto naval argentino y una experta en conservación de material arqueológico sumergido de España.

COORDENADAS EN SECRETO
Por los "elevados costos" que implica el tratamiento y la conservación del cañón y las maderas encontradas si se sacan del agua, se optó por reubicar el naufragio en otro lugar del fondo de la bahía y así protegerlo del dragado que se realizará del canal de Manzanillo, manifestó Del Cairo. Las coordenadas de la ubicación exacta del naufragio se mantienen en secreto para evitar posibles saqueos a manos de piratas modernos y cazadores de tesoros.
(Fuente: Europa Sur)

24 de agosto de 2010

Blas de Lezo: El Vasco que humilló a los ingleses

Transcripción literal del último post en el blog de Arturo Pérez Reverte "Patente de Corso":


Hace doce años, cuando escribía La carta esférica, tuve en las manos una medalla conmemorativa, acuñada en el siglo XVIII, donde Inglaterra se atribuía una victoria que nunca ocurrió. Como lector de libros de Historia estaba acostumbrado a que los ingleses oculten sus derrotas ante los españoles -como la del vicealmirante Mathews en aguas de Tolón o la de Nelson cuando perdió el brazo en Tenerife-, pero no a que, además, se inventen victorias. Aquella pieza llevaba la inscripción, en inglés: El orgullo de España humillado por el almirante Vernon; y en el reverso: Auténtico héroe británico, tomó Cartagena -Cartagena de Indias, en la actual Colombia- en abril de 1741. En la medalla había grabadas dos figuras. Una, erguida y victoriosa, era la del almirante Vernon. La otra, arrodillada e implorante, se identificaba como Don Blass y aludía al almirante español Blas de Lezo: un marino vasco de Pasajes encargado de la defensa de la ciudad. La escena contenía dos inexactitudes. Una era que Vernon no sólo no tomó Cartagena, sino que se retiró de allí tras recibir las suyas y las del pulpo. La otra consistía en que Blas de Lezo nunca habría podido postrarse, tender la mano implorante ni mirar desde abajo de esa manera, pues su pata de palo tenía poco juego de rodilla: había perdido una pierna a los 17 años en el combate naval de Vélez Málaga, un ojo tres años después en Tolón, y el brazo derecho en otro de los muchos combates navales que libró a lo largo de su vida. Aunque la mayor inexactitud de la medalla fue representarlo humillado, pues Don Blass no lo hizo nunca ante nadie. Sus compañeros de la Real Armada lo llamaban Medio hombre, por lo que quedaba de él; pero los cojones siempre los tuvo intactos y en su sitio. Como los del caballo de Espartero.

La vida de ese pasaitarra -mucho me sorprendería que figure en los libros escolares vascos, aunque todo puede ser- parece una novela de aventuras: combates navales, naufragios, abordajes, desembarcos. Luchó contra los holandeses, contra los ingleses, contra los piratas del Caribe y contra los berberiscos. En cierta ocasión, cercado por los angloholandeses, tuvo que incendiar varios de sus propios barcos para abrirse paso a través del fuego, a cañonazos. En sólo dos años, siendo capitán de fragata, hizo once presas de barcos de guerra enemigos, todos mayores de veinte cañones, entre ellos el navío inglés Stanhope. En los mares americanos capturó otros seis barcos de guerra, mercantes aparte. También rescató de Génova un botín secuestrado de dos millones de pesos, y participó en la toma de Orán y en el posterior socorro de la ciudad. Después de ésas y otras muchas empresas, nombrado comandante general del apostadero naval de Cartagena de Indias, a los 54 años, y tras rechazar dos anteriores tentativas inglesas contra la ciudad, hizo frente a la fuerza de desembarco del almirante Vernon: 36 navíos de línea, 12 fragatas y varios brulotes y bombardas, 100 barcos de transporte y 39.000 hombres. Que se dice pronto.

He visto dos retratos de Edward Vernon, y en ambos -uno, pintado por Gainsborough- tiene aspecto de inglés relamido, arrogante y chulito. Con esa vitola y esa cara, uno se explica que vendiera la piel antes de cazar el oso, haciendo acuñar por anticipado las medallas conmemorativas de la hazaña que estaba dispuesto a realizar. Pese a que a esas alturas de las guerras con España todos los marinos súbditos de Su Graciosa sabían cómo las gastaba Don Blass, el cantamañanas del almirante inglés dio la victoria por segura. Sabía que tras los muros de Cartagena, descuidados y medio en ruinas, sólo había un millar de soldados españoles, 300 milicianos, dos compañías de negros libres y 600 auxiliares indios armados con arcos y flechas. Así que bombardeó, desembarcó y se puso a la faena. Pero Medio hombre, fiel a lo que era, se defendió palmo a palmo, fuerte a fuerte, trinchera a trinchera, y los navíos bajo su mando se batieron como fieras protegiendo la entrada del puerto. Vendiendo carísimo el pellejo, bajo las bombas, volando los fuertes que debían abandonar y hundiendo barcos para obstruir cada paso, los españoles fueron replegándose hasta el recinto de la ciudad, donde resistieron todos los asaltos, con Blas de Lezo personándose a cada instante en un lugar y en otro, firme como una roca. Y al fin, tras arrojar 6.000 bombas y 18.000 balas de cañón sobre Cartagena y perder seis navíos y nueve mil hombres, incapaces de quebrar la resistencia, los ingleses se retiraron con el rabo entre las piernas, y el amigo Vernon se metió las medallas acuñadas en el ojete.

Blas de Lezo murió pocos meses después, a resultas de los muchos sufrimientos y las heridas del asedio, y el rey lo hizo marqués a título póstumo. Creo haberles dicho que era vasco. De Pasajes, hoy Pasaia. A tiro de piedra de San Sebastián. O sea, Donosti. Pues eso.

24 de abril de 2010

Blas de Lezo: el gran olvidado de la Historia de España

Tres siglos después de la derrota más grande y menos conocida del imperio británico, un grupo de ingenieros españoles llegaron a Cartagena de Indias, Colombia, para cumplir con la última voluntad del hombre que logró tal hazaña: el comandante Blas de Lezo, conocido como "Medio hombre" porque era manco, tuerto y tenía una pierna de palo.

En una de las murallas de la ciudad, han colocado una placa que reza: “Aquí España derrotó a Inglaterra y sus colonias”. “Con sólo 3.000 hombres y su ingenio, Lezo derrotó una armada de unos 25.000 hombres, más 4.000 hombres traídos de Virginia por Vernon, medio hermano de George Washington.
Sin embargo, la historia se olvidó de él. En su testamento pedía que un grupo de españoles pusiera una placa para no olvidar aquella victoria. A eso hemos venido”, comenta a BBC Mundo Javier Rodríguez Zunzarren, decano del Colegio de Ingenieros Industriales de Valencia y artífice de esta “misión histórica”.

Grupo de ingenieros valencianos que cumplieron la última voluntad de D. Blas de Lezo.



El ataque inglés (14 de marzo de 1741) tenía como fin partir las colonias españolas y, de haberlo conseguido, seguramente hoy buena parte de Suramérica hablaría inglés y no español. “El almirante Edward Verton reunió la flota más grande de la historia (186 navíos, 60 navíos más que la Armada Invencible de Felipe II), sólo superada por el desembarco en Normandía en la Segunda Guerra Mundial. “Los ingleses acuñaron monedas celebrando la victoria antes de la batalla”, explica a BBC Mundo el historiador y periodista Fernando Díaz Villanueva. Allí les esperaba Blas de Lezo, un marino cosido de cicatrices, una leyenda de los mares que atemorizaba a los ingleses.

Oriundo de un pequeño pueblo vasco, Pasajes, Medio hombre había dejado su propia carne en sendas batallas contra Inglaterra desde que tenía 12 años, en la Guerra de Sucesión, cuando él mismo se amputó la pierna después de que un cañonazo se la destrozara. Luego vendrían varias cuchilladas, el muñón de su mano derecha y una esquirla que le reventó un ojo. “Era Medio hombre pero era muy buen estratega. A las balas de cañón les ataba una cadena para luego abordar los barcos”, comenta a BBC Mundo, Federico Vidal, otro de los ingenieros que ha cruzado el charco para conocer el escenario de la batalla.

La Cartagena del siglo XVIII era un puerto cosmopolita, abigarrado de palacetes e iglesias y con una serie de defensas estratégicas que la convertían en la plaza mejor fortificada de América. Entre ellas el pétreo e inexpugnable Castillo de San Felipe delante del cual hoy se alza la solitaria estatua de Lezo. “Blas de Lezo ordenó que cavaran una zanja alrededor del castillo. Así las escaleras de los ingleses se quedarían cortas y la artillería podría aprovechar para atacarles”, agrega Vidal.

A esas alturas de la batalla, Cartagena era una gran humareda por los cañonazos de Vernon. Sitiada y sin alimentos se esperaba lo peor. Sin embargo, el plan de Lezo empezaba a dar resultados. Un ejército de harapientos y famélicos estaba doblegando a la armada inglesa. La peste, que crecía entre las montañas de cadáveres y el pegajoso sol del Caribe, se encargaría del resto.

Prohibido hablar de la derrota

A pesar del desproporcionado combate, la batalla y Blas de Lezo han sido diluidos por la historia. “Fue tan humillante la derrota inglesa que el rey Jorge II prohibió hablar de ella o que se escribieran crónicas alusivas al hecho, como si nunca hubiese ocurrido. A ello hay que sumarle que en los siglos posteriores tampoco se le dio trascendencia en España porque suponía reivindicar el nacionalismo español”, comenta Díaz. Quizás eso explique que casi tres siglos después un grupo de españoles quiera cumplir la voluntad de Lezo.

“Es increíble que esta historia no se conozca más. Lo primero que ves en Trafalgar Square en Londres son los leones que se hicieron con el hierro fundido de la Armada Invencible española. En el caso de Lezo no hay nada de tal envergadura que conmemore la victoria”, señala a BBC Mundo el también ingeniero y presidente de la Fundación Invate, Javier Turégano Gómez.

Al poco tiempo de la batalla, Blas de Lezo murió asfixiado por la peste. Pocas personas asistieron a su entierro porque el Virrey de la ciudad lo prohibió. Nunca estuvo de acuerdo con sus estrategias y sus métodos.

Su victoria y su existencia parecían conjuradas por un maleficio pero su leyenda se ha ido abriendo paso como una hiedra entre los siglos. Algunos guías turísticos cartageneros suelen subrayar que cuando el almirante Vernon se alejaba de la bahía con su armada destrozada le gritaba al viento una frase: “God damn you, Lezo! (¡Que Dios te maldiga Lezo!)”.