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12 de febrero de 2019

Hallado en Gijón un mensaje grabado en una botella hace 1.600 años

Un equipo de arqueólogos de la Universidad Autónoma de Madrid ha descubierto un singular objeto. Se trata de un fragmento de vidrio de una botella que fue regalada en el siglo V d.C. al señor de la villa romana de Veranes en Gijón, con el mensaje “Bebe y vive muchos años, buen hombre”.
Izquierda: Vidrio localizado en la villa romana de Veranes (Gijón). Derecha: Botella completa del mismo tipo (Isings 103) de la colección del Museo del Louvre. / Arveiller-Dulong y Nenna [nota 22], pág. 335, nº 948, lámina 73.
Un pequeño vidrio, al que hasta ahora apenas se le había dado importancia, ha resultado ser el fragmento de una botella que contenía un mensaje hedonista, destinada a la aristocracia de hace 1.600 años.

La pieza fue localizada en la villa romana de Veranes (Gijón), excavada desde 1997 por Carmen Fernández Ochoa, catedrática emérita de Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), y Fernando Gil Sendino, de la Fundación UAM.

El vidrio, destinado al propietario de la villa, acaba de ser datado y puesto en valor gracias al pormenorizado análisis realizado por el profesor de Arqueología de la UAM, Javier Salido Domínguez, y por la arqueóloga Belén Madariaga, miembros del Equipo Arqueológico Veranes.

Los autores demuestran que quien grabó la botella pretendía enviar al señor de Veranes “un deseo hedonista de deleite y disfrute de la vida”. Y esta conclusión es fruto del mensaje escrito en su cuerpo: “Bebe y vive muchos años, buen hombre”.

Según el trabajo, publicado en la revista Journal of Glass Studies, hasta la fecha no se había documentado una inscripción que reuniese en una sola inscripción grabada las siguientes tres expresiones de buen deseo: dos en latín (Mvltis Annis; Homo Bone) y una tercera en griego (Pie Zeses), que están perfectamente constatadas de manera separada en recipientes vítreos similares. Eso les permite pensar que han dado con el mensaje que un día llevó grabado la botella.

Buena muestra de la excepcionalidad de la pieza, aseguran los autores, es “la escasez de piezas de este tipo halladas en territorio de la antigua Hispania. Además, las laboriosas técnicas de trabajo convertían estos recipientes en objetos únicos y en ocasiones personalizados, lo que los distinguen de otras producciones seriadas como los contenedores soplados en molde, lo que hace de ellos objetos raros y exclusivos solo accesibles a una élite económica y social”.

SIN IMPUREZAS
El vidrio procede de una unidad estratigráfica que contiene materiales fechados en el siglo V d. C. (varios ejemplares de terra sigillata hispánica tardía y una moneda datada en el año 383 d. C.). Según Javier Salido Domínguez, se trata de un fragmento en vidrio incoloro, de 4 cm de alto por 3 cm de ancho y un grosor de pared de 0,33 a 0,125 cm, sin impurezas, pero con presencia de algunas pequeñas burbujas. Este análisis se ha podido realizar gracias al SECYR (Servicio de Conservación, Restauración y Estudios Científicos del Patrimonio Arqueológico) de la UAM.

"Corresponde a una pieza soplada al aire libre y la cualidad que la distingue es precisamente la inscripción grabada que recorre horizontalmente su superficie. Tanto el perfil del fragmento, como la disposición de la inscripción y las líneas que la delimitan, inducen a pensar que correspondería a la parte superior de una botella de cuerpo globular", agrega el profesor de la UAM.

Estas piezas se fabricaban mediante soplado con caña al aire para definir el cuerpo y mediante el modelado del cuello y del borde, mientras el vidrio permanecía aún maleable. Por otro lado, la procedencia del vidrio, hallado en el interior de la logia abierta al sur, permite pensar en un uso doméstico, quizá como servicio de mesa o para la conservación de productos cosméticos, como se ha documentado en piezas similares.

Sin embargo, su excepcionalidad, la riqueza de su grabado y el alto valor de su producción hace inclinar la balanza hacia el convencimiento de que se trata de un presente realizado al propietario de la villa o hacienda romana.

(Fuente: SYNC)

16 de diciembre de 2011

Oviedo antes de la monarquía astur

Los últimos estudios científicos remueven las teorías sobre el origen de la ciudad y sirven, según los expertos, para estudiar otros enfoques sobre una época de la que se sabe muy poco
Fuente de Foncalada.
Las últimas dataciones de la iglesia prerrománica de San Miguel de Lillo, que adelantan la fecha de su construcción, han revolucionado en cierta medida el mundo de la arqueología, del arte y de la historia medieval, sin que eso signifique que los expertos pongan en duda los términos de la historia tal como la conocemos hasta ahora. Sobre todo, porque la información referida a los siglos anteriores a las joyas del Prerrománico es escasa. 

Más que cuestionar lo que hay, la mayoría ha aprovechado, como suscribe el arqueólogo Rogelio Estrada, para poner sobre la mesa la necesidad, «que venimos demandando desde hace tiempo, de realizar unas dataciones fiables sobre todo el Prerrománico». Para el arqueólogo, que sacó a la luz la fuente de la Rúa durante los sondeos previos a las obras de ampliación del Museo de Bellas Artes, el Prerrománico no puede seguir estudiándose atendiendo sólo a rasgos de estilo o a comparaciones, cuando en la actualidad hay técnicas de datación que pueden afinar las fechas con un margen de error de tres o cuatro años. 

«Son un instrumento que te da conocimiento, y hoy no se entiende que aún no se disponga de esas fechas». Estrada ve en las dataciones de Lillo un revulsivo para acometer una investigación que incluya el conjunto de dataciones que permitan conocer con más detalle los monumentos de la monarquía asturiana. «Estamos en el siglo XXI y ya no se puede seguir viviendo únicamente de estilos», dice. 

Asegura que dataciones similares a las realizadas ahora con Lillo se quisieron iniciar hace algunos años con la fuente de Foncalada, también de época de la monarquía asturiana, pero finalmente se suspendieron por falta de financiación. 
En lo que respecta a los resultados arrojados por el carbono 14, con cifras que en algunos casos rebajan en casi dos siglos la edad del monumento, no le resultan «anómalas» porque entran en un arco de datación razonable si se tiene en cuenta el margen de holgura con que trabaja el carbono 14. 

Aunque para el arqueólogo no tiene sentido establecer ningún paralelismo entre el hallazgo de la fuente de la Rúa, que se dató hacia el siglo IV, y el entorno del Naranco, sí considera que unas y otras aportaciones están sirviendo para remover ciertos planteamientos inamovibles y para demostrar la necesidad de estudiar otros enfoques y otras técnicas que ayuden a desentrañar un período ciertamente oscuro de nuestra historia. 

Ésa es una tarea en la que la arqueología tiene mucho que decir y así lo vienen repitiendo hace tiempo quienes se dedican a indagar a través de sus técnicas. Es bien cierto que en los últimos veinte años, la arqueología se ha mostrado como la única ciencia capaz de arrojar luz sobre una etapa histórica que comienza con la romanización para extenderse hasta la época de la monarquía asturiana. Siglos oscuros con información escasa y fuentes documentales no siempre fiables, impidiendo evaluar con exactitud acontecimientos acaecidos en esta parte de la Asturias transmontana. 

Gracias a la arqueología, los historiadores han conseguido rellenar algunas lagunas. Por ejemplo, que la romanización caló en Asturias mucho más de lo que se creía hace tan sólo dos décadas. Tanto los muchos hallazgos que demuestran la importancia del Gijón romano como los que evidencian que Oviedo no nació cuando Máximo y Fromestano llegaron a la colina de Ovetao han permitido reconsiderar mucho de lo que se afirmaba hasta hace pocos años. 

Si la fuente y otros hallazgos localizados en el solar de la calle la Rúa ponen el altavoz en la existencia de un Oviedo anterior al Oviedo de la monarquía asturiana, no es ése el primer yacimiento que demuestra la existencia de poblamiento en la zona, ya lo habían hecho con anterioridad los vestigios de presencia romana localizados en el lugar conocido como Murias de Paraxuga, donde se levanta la actual Facultad de Medicina, o el importante y desaparecido yacimiento del castro de Llagú, en las afueras de la ciudad, que ofreció dataciones anteriores a la conquista de Roma. 

Pero aún conociendo que Oviedo ya era un núcleo poblado en época romana, se sabe muy poco de cómo transcurrió la historia en esos siglos que lo separan de la época de Alfonso II. Por el camino seguro que hubo conflictos, rebeliones y asaltos, situaciones típicas de una Península que vivió en el siglo V la caída del Imperio Romano de Occidente y la entrada de los pueblos bárbaros. 

Para algunos historiadores, los astures consiguieron mantenerse independientes de las conquistas bárbaras debido a la situación marginal de la cornisa cantábrica, pero otros sostienen que a partir del siglo VI perdieron la independencia y pasaron a formar parte del reino suevo, al que permanecerían sujetos, tras algunos episodios de rebelión, hasta que con la conquista de Leovigildo, en el año 585, este reino fue absorbido por los visigodos. Un siglo después, los astures tuvieron sus más y sus menos con los visigodos. Tampoco sobre la presencia y la influencia goda en el Reino de Asturias hay unanimidad.

(Fuente: La Nueva España / M.S.Marqués)