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31 de mayo de 2013

Una pizarra hallada en Badajoz desvela las cuentas de los últimos romanos de Lusitania

Las pizarras numerales son documentos escritos de gran interés, ya que aportan información sobre una época de la que no se tienen demasiados datos. Un equipo de investigadores del CSIC analiza una de estas pizarras encontrada en Valdelobos (Montijo, Badajoz), datada entre los siglos IV y V, con la intención de desvelar los usos de estos frecuentes pero poco conocidos documentos históricos.
La pizarra de Valdelobos es una de las pocas encontradas
en el entorno de Mérida.
FOTO: Iñaki Martín / SINC
Ya en la época visigoda (siglos VI-VIII) antes de que se extendiera el uso del papel, era necesario algún tipo de medio que permitiera hacer anotaciones ‘de usar y tirar’ para, por ejemplo, facilitar la contabilidad de un almacén o hacer ejercicios de escritura.

Este era el objetivo de las pizarras numerales, unos documentos escritos muy frecuentes –se conocen más de 2.000 en España–, que continúan siendo poco conocidos, ya que su información se reduce a números sin ninguna indicación.

“Descifrar su significado es todo un reto, porque son documentos de difícil interpretación que nos acercarían a la cultura y a los modelos de gestión de unas sociedades que se escapan a la documentación habitual”, explica Iñaki Martín, profesor de Historia Medieval de la Universidad de Salamanca. “Nuestro estudio plantea el origen y la evolución de los procesos culturales y sociales que están detrás de las pizarras numerales”, añade.

Martí y su compañero Tomás Cordero, junto a un equipo de arqueólogos e historiadores, analizaron una pizarra numeral encontrada en el yacimiento de Valdelobos (Montijo, Badajoz), datada entre los siglos IV y V; anterior a la cronología visigoda.

Este yacimiento fue una villa tardorromana, posteriormente reconvertida en necrópolis visigoda. De este estudio se deduce que los visigodos ‘heredaron’ las pizarras del mundo clásico.

La pizarra de Valdelobos presenta dos cuentas, separadas por una línea y escritas por manos diferentes. En cada una de las líneas completas, las cantidades tienden a sumar veinte.

“La suma quizá obedezca a la facilidad para calcular el total o para el almacenamiento posterior de ese bien de 20 en 20”, aclara Martín. En cada pizarra se cuenta el mismo producto –grano o aceite, por ejemplo– que, por lo tanto, no es necesario especificar.

Instrumentos de contabilidad

“La pizarra se encontró en una tumba, por lo que es un material reutilizado –explica Martín–. Aparece en una posición secundaria, es decir que forma parte de una estructura diferente a la original".

“El hecho de que aparezca en una villa implica su vinculación con las élites del momento”, indica Martín. El uso de la pizarra se puede asociar a las actividades profesionales o domésticas del propietario de la villa.

El que escribía sabía sumar y multiplicar. “Esto descarta a la población campesina, que ni poseía esos conocimientos ni necesitaba redactar estos documentos”, asegura el historiador.

Las conclusiones pueden extrapolarse a otras pizarras halladas en contextos tardorromanos y permite establecer su origen en la gestión de la propiedad, que se extendió a otros ambientes posromanos.

(Fuente: SINC / Arqueo Audema)